Con viñedos ubicados entre montañas, sierras y ríos, y una uva única en el país -llamada Isabella o Frambua-, Córdoba se posiciona en el mapa del enoturismo nacional. La Caroyense, en las Sierras Chicas, es la bodega más antigua de la provincia.
Córdoba es un destino que siempre enamora por sus paisajes naturales. Y ahora también, por sus bodegas. El enoturismo es una tendencia que empieza a cobrar cada vez más relevancia en la provincia de la mano de una gran cantidad de productores de vino y bodegas pequeñas, medianas y familiares.
La provincia serrana tiene una larga tradición vinícola gracias a los jesuitas, quienes a partir de 1618 en la Estancia Jesús María compraron y desarrollaron 20.000 cepas plantadas por los primeros españoles que llegaron a la zona.
Esta herencia, sumada a los numerosos emprendimientos familiares que empezaron a desarrollarse en los últimos años vinculados al mundo del vino, subió a Córdoba al mapa del enoturismo nacional.
La historia de una bodega pionera en la provincia
A 63 kilómetros de Córdoba capital, a una hora de viaje por la Ruta 9, se encuentra Colonia Caroya, un lugar reconocido por sus embutidos y por contar con una de las bodegas más importantes de la provincia: La Caroyense
Fundada en 1930, fue una de las pioneras en desarrollar la vitivinicultura en Córdoba, y hoy es uno de los espacios enológicos más grandes y antiguos de la provincia. Además, es uno de los más premiados por sus productos.
La Caroyense comenzó como una cooperativa, cuando 34 socios fundadores juntaron sus bodegas para que la industria avanzara al siguiente nivel. Hace 20 años se convirtió en una Sociedad Anónima y actualmente está en manos de Celina Tay, predecesora de su padre Juan Carlos Tay.
Cuenta con 92 hectáreas de viñedos que proveen parte de la uva que la planta utiliza para la elaboración de sus productos. La primera parte de estas hectáreas quedó como legado de los inmigrantes provenientes de la región de Friuli-Venecia, fundadores de Colonia Caroya, y la segunda parte fue adquirida posteriormente con el proyecto de reconversión vitivinícola.
La bodega está abierta al público y cuenta con diferentes experiencias para quienes la quieran visitar. A primera vista, llama mucho la atención por su estructura y arquitectura, que recuerda a la Iglesia Catedral de la ciudad italiana de Údine.
Para probar, entre sus variedades se destacan el Pinot Negro, de origen europeo, y la Isabella, que es una variedad típica de la provincia de sabor dulce, la cual se conoce como uva «frambua». También Malbec, Cabernet, Merlot, Ancellota, Suavignon, Chardonnay y Tanat, así como espumantes Nature y Extra Brut con certificación indicación geográfica de Colonia Caroya.
Para las personas amantes del buen vino, esta ciudad vitivinícola es un sitio imperdible para visitar. Los recorridos por esta antigua Bodega mantienen la historia latente y cada rincón de la misma es un tesoro por descubrir. Colonia Caroya se encuentra a menos de una hora de Córdoba capital, por lo que llegar al destino en auto implica disfrutar de un paisaje tradicional que deslumbra con la belleza de la Avenida San Martín, conocida como Calle Ancha, repleta de plátanos españoles. Es la avenida cubierta con árboles más larga del país y, además, resguarda al histórico Monumento al Inmigrante. Un lugar ideal para disfrutar del aire fresco, descansar y entrar en contacto con la naturaleza.